7.7.09

La propuesta empresarial de rebajar las cotizaciones a la Seguridad Social: ¿Cuánto es y quién lo paga?

En el actual contexto de crisis económica, el dialogo social ha encontrado el más profundo de sus obstáculos en la insistencia empresarial sobre dos pretensiones: rebajar los costes del despido improcedente, y rebajar las cotizaciones a la Seguridad Social. Facilitar el despido se presenta sin sonrojo como una medida para garantizar la reactivación económica, pero no hacen falta muchas explicaciones para comprende la magnitud que esto supone para los derechos de los trabajadores, no solo en cuanto elimina la estabilidad en el empleo, sino que además, coarta el ejercicio de todo el conjunto de derechos laborales al depender del puro voluntarismo empresarial, la continuación del contrato de trabajo.

Sin embargo, la pretensión empresarial de rebajar las cotizaciones sociales, como elemento para reducir los costes laborales y favorecer la contratación, si que merece una explicación más detenida sobre sus efectos económicos, y como repercutiría en el sistema público de Seguridad Social. El propio Gobierno ha ido avanzando posiciones hasta admitir una rebaja de medio punto con cargo a las cotizaciones por accidente de trabajo, lo que es insuficiente para la patronal que se mantiene en su petición de rebaja de 5 puntos. Los efectos sobre la financiación de la Seguridad Social se compensarían con un incremento del IVA.

Poniendo números a tales medidas, se observa lo siguiente: La rebaja de cotizaciones que admite el Gobierno de 0,5 puntos significa, en la práctica, unos 1.600 millones de Euros para las empresas. Pero lo que solicita la patronal es en la práctica, más de diez veces esa cifra, es decir, 18.000 millones de euros como ha calculado el Gobierno (3 billones de pesetas). Aclaremos que el importe que se reclama, no es una rebaja del 5% de las cotizaciones, sino una rebaja de 5 puntos en los tipos de cotización sobre el salario. En realidad, implica una minoración de más del 21% en la cotización empresarial por contingencias comunes, lo que significa, igualmente, que disminuye la financiación de la Seguridad Social en una quinta parte.

El empresario recibiría unos 1.200 euros al año por cada trabajador de su plantilla. Es una cifra muy alta, representa por ejemplo, 3 veces el gasto fiscal en la deducción de 400 euros por cada trabajador en el IRPF, en un contexto en el que se plantea su supresión o reducción para ahorrar gasto público.

¿Cuál es el destino de esta cantidad? Directamente, las cuentas de resultados de las empresas, o lo que es lo mismo, incremento del beneficio empresarial. El que finalmente el empresario utilice el dinero en inversión, o simplemente en diversión, es su opción personal, y la ciencia económica no puede determinar el destino último de tales recursos económicos.

Pero lo más grave son las consecuencias que tal medida tendría en las cuentas de la Seguridad Social. Genera un déficit automático y además, en cinco años se consumiría el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, de modo que no habría recursos suficientes para atender el pago de las pensiones. Y si se carga sobre el IVA, lo que supone un cambio de modelo de financiación, implicaría que los precios tendrían que subir en la misma proporción, lo que genera una serie de efectos: Reduce automáticamente el poder adquisitivo de los salarios y las pensiones; deprime el consumo y por tanto, aceleraría el hundimiento de la actividad económica en un contexto de plena recesión; lo que a su vez incrementa el desempleo, reduce las aportaciones a la Seguridad Social e incrementa los gastos de atención a los desempleados.

En definitiva, lo que plantea la patronal es un incremento del beneficio empresarial, cifrado en 18.000 millones de euros anuales (tres billones de pesetas) que pone en tela de juicio la viabilidad del sistema de Seguridad Social, obliga a tomar medidas que aceleran la recesión económica, el reparto desigual de la riqueza y generan desempleo. Hay que reconocer que la patronal española tendrá muchos defectos, pero cuando piden, piden a lo grande.

Francisco Gualda

1.7.09

Alto y claro. XAVIER CAÑO TAMAYO

Abaratar el despido y animar a los empleados a que acepten bajadas de sueldo, o incluso trabajar gratis “para salvar” a las empresas, empeorará la crisis.

01-07-2009 - En algunas grandes empresas españolas (SEAT del grupo Volkswagen), los trabajadores han aceptado rebajarse el sueldo. En Reino Unido, un directivo de British Airways ha propuesto a los empleados que trabajen un mes gratis. Empresarios y autoridades monetarias piden reformar el mercado de trabajo, es decir, abaratar el despido y reducir los salarios.
Pero, “la situación laboral no ha sido causa de la crisis”, aseguran en un manifiesto 700 economistas y expertos laborales, catedráticos y profesores universitarios en España, y es indecente hacer pagar el coste de la crisis a los trabajadores.
Sin embargo, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, afirma, por ejemplo, que España debe moderar los salarios, abaratar el despido, desligar aumentos de sueldos del incremento de precios, y reducir la protección de desempleados. También que se han de consolidar las expectativas de las familias y las empresas para que se vuelva a consumir e invertir.
Estupenda lógica la de Trichet: frenar salarios, abaratar despidos y reducir la protección social, pero al mismo tiempo que familias y empresas vuelvan a consumir e invertir. Si bajan salarios y despiden, ¿quién podrá comprar?
Tal contradicción hace dudar de la credibilidad de Trichet. Pero es coherente. Fiel a sus intereses de clase, la clase alta, la minoría con dinero y poder.
A Trichet le replica Paul Krugman, premio Nobel de Economía, quien el pasado mayo denunciaba que “los salarios están bajando a lo largo y ancho de Estados Unidos (…). Reflejan la realidad brutal de un mercado laboral débil: los trabajadores no protestan cuando les recortan el sueldo porque creen que no encontrarán otro trabajo. Pero la bajada de los salarios es síntoma de una economía enferma que puede empeorar aún más.
Las bajadas de los sueldos proliferan. Es un fenómeno muy extendido. Y podríamos enfrentarnos a la paradoja de los salarios: los trabajadores de una empresa pueden contribuir a salvar sus empleos accediendo a cobrar sueldos más bajos, pero si los empresarios recortan salarios en todos los sectores económicos, la consecuencia es aumento del paro. El recorte salarial aumenta el empleo en el caso de una empresa en concreto. Pero si todo el mundo rebaja sueldos, nadie obtiene ventaja competitiva. Los salarios bajos no benefician nada a la economía. Por el contrario, la caída de los sueldos empeora los problemas de la economía”.
Y Krugman nos recuerda que Japón (donde los sueldos del sector privado descendieron más del 1% anual durante ocho años hasta 2003) es lección práctica de cómo la deflación salarial estanca la economía.
Al otro lado del mundo, líderes sindicales australianos han propuesto que para salvar la economía es necesario un “salario máximo”. Y nueve diputados en el Reino Unido han propuesto establecer por ley “un límite al salario máximo anual que se pague a cualquier persona”. Proponen “considerar seriamente establecer el salario máximo”, porque las excesivas remuneraciones de los directivos y ejecutivos son una causa de los males de la economía mundial. Y es así porque, como denuncia Jeff Lawrence, líder de la federación sindical nacional de Australia, “salarios y gratificaciones insultantes para los ejecutivos han impulsado una cultura de riesgo excesivo y de actuación a corto plazo que es una de las principales causas de la crisis financiera global”.
En 2007, la remuneración de un director ejecutivo en las 500 primeras empresas de Estados Unidos era ¡344 veces la paga media de un obrero! Y en Australia, la diferencia entre el salario medio de un director ejecutivo y de un trabajador es de 63 veces, pero en 1990 sólo era 18 veces.
Aunque toda esa miseria e injusticia nos la explica mejor el poeta español Luis García Montero: “Cuesta trabajo asumir la frialdad criminal con la que los reyes del dinero han cambiado la economía productiva por la economía especulativa. Asombra la ingeniería mercantil que ha prescindido con alevosía de la creación de riqueza para forzar negocios avarientos, preocupados sólo por aumentar las ganancias de los que más tienen. Y llena de cólera comprender cómo los gobiernos europeos, conservadores y socialistas, han confundido la modernidad con la toma de decisiones encaminadas a favorecer la avaricia de los bancos y de sus especuladores.”
Dudo que se pueda decir más alto ni más claro.

XAVIER CAÑO TAMAYO
Solidarios