16.3.09

Necesitamos una lectura política de la crisis

La política nacional es ya incapaz de jugar su papel regulador y de contrapoder de unos mercados que son globales.

Joan Coscubiela

Cuando ya llevamos 18 meses desde los inicios de la crisis, el desconcierto sobre lo que esta pasando y lo que nos queda por venir va en aumento. Se ha tardado mucho en aceptar las dimensiones de la crisis, más en identificar las causas económicas que la han propiciado, pero se continua negando una lectura política de la crisis. Y se nos quieren colar falsas salidas, que pueden incrementar más los desequilibrios sociales.

Sin duda estamos ante una crisis profunda del sistema financiero mundial, porque ahí se encuentra uno de sus epicentros, pero eso no lo explica todo. La globalización financiera ha provocado que esta no sea una crisis más, es la primera crisis económica de dimensiones planetarias, de la que - contra los primeros indicios - no se escapa nadie. Ha entrado en crisis y eso comienza a aceptarse una manera de entenderse la política y sobre todo el desequilibrio actual entre mercado y sociedad, entre economía y política.

La política nacional es ya incapaz de jugar su papel regulador y de contrapoder de unos mercados que son globales.

En estos momentos no podemos contentarnos con recibir una explicación económica a lo que ha pasado en base a un mal cálculo de los riesgos de los productos financieros, su sofisticación, su deficiente regulación o los abusos producidos por un conjunto de desaprensivos. Esta es una explicación muy complaciente con el sistema social construido en las tres últimas décadas.

Lo que ha pasado tiene una significación social y política mayor. Se han roto los equilibrios básicos que dan sentido al estado social de derecho. Los equilibrios entre beneficio privado e interés público, los equilibrios entre competitividad i cooperación, los equilibrios entre rentabilidad del capital y retribución del trabajo.Y todo ello se ha construido sobre un paradigma social de gran fuerza, de ahí el comportamiento gregario del conjunto de la sociedad, desde los gestores financieros, hasta los empresarios inmobiliarios, pasando por las empresas y no pocos particulares.

Este paradigma dominante es de la externalización de riesgos y costes a terceros: las empresas financieras han externalizado riesgos hacia terceros, titularizando sus activos de difícil realización, otras empresas han externalizado estos riesgos hacia las empresas aseguradoras. Pero eso no ha sucedido solo en el sistema financiero. En el mundo de la economía productiva de bienes o servicios la estrategia dominante es la de un sistema productivo donde unos pocos controlan productos y mercados y externalizan los costes y riesgos de la producción hacia empresas periféricas. Y así en cadena hasta llegar al trabajador autónomo. Se externalizan riesgos entre los propios trabajadores,derivando hacia los inmigrantes los trabajos más precarios, hacia las mujeres las actividades menos reconocidas en términos profesionales y salariales, hacia los jóvenes los mecanismos de desregulación como la contratación temporal o las reestructuraciones de costes salariales en forma de dobles escalas salariales. Se están externalixando riesgos en términos generacionales, con la manera de diferir el pago a futuro de las grandes infraestructuras, o en aumento considerable del déficit y la deuda pública, incluso con el déficit de tarifa eléctrica que el estado reconoce a las empresas eléctricas y que se compromete a pagar en el futuro. Y también en términos generacionales se externalizan riesgos ecológicos y ambientales

Ha sido esta descomunal estrategia global de externalización de costes y riesgos la que ha saltado por los aires y nos esta rebotando como un inmenso boomerang planetario. Ha sido también este paradigma social el que ha provocado una de las etapas de mayor concentración de la riquezay la que ahora dificulta una rápida recuperación, porque la inmensa mayoría de la población mundial no esta en condiciones de contribuir a la recuperación de la economía.

Es esta la lectura que debe hacerse, para intentar no solo apedazar el sistema económico si no para incorporar reformas profundas.

Y ante ello nos encontramos que los poderosos nos plantean falsas y tramposas respuestas.

Primero. Como quiera que las empresas financieras son imprescindibles para el funcionamiento de la economía y no se las puede dejar quebrar como a cualquier empresa, los poderes públicos tienen que ir a su rescate, pero sin hacer nada más, sin garantizar el control político de las mismas ni introducir reformas significativas. Por eso las medidas propuestas por el G-20 no van al fondo del asunto, por eso no se apuesta por verdaderas regulaciones internacionales, por eso se plantean propuestas cosméticas en relación a los paraísos fiscales y el secreto bancario y no su desaparición. Si se ha llegado a la convicción que el sistema financiero es un servicio esencial para la sociedad, esta consideración debe conllevar conseqüencias políticas y no dejar las cosas como estan y mantener el sistema financiero conectado a las ayudas públicas.

Este es uno de los desequilibrios que los poderosos quieren mantener entre mercado y sociedad, entre capital y trabajo. Si la globalización permite al capital moverse libremente por todo el planeta, debe aceptarse que exista regulación internacional y debe exigirse que todos los poderes públicos de cualquier país tengan la obligación de cooperación para garantizar que el capital cumple responsablemente con su función social.

Segundo. En algunos países como España bajo la apariencia de medidas para mejorar la economía se presentan propuestas que no pretende otra cosa que distribuir de manera aún más desequilibrada los costes de la crisis. Las propuestas de reforma laboral, de desregulación de las relaciones laborales, de reducción e la protección ante el despido por la vía de reducir las indemnizaciones o de rebajas fiscales o de reducción del gasto público no pretende mejorar la situación econòmica, si no distribuir los costes de la crisis en una determinada dirección.

Tercero. Se pretende poner en marcha medidas de apoyo público a la actividad económica que pueden dejar fuera a una buena parte de la ciudadanía,aquella que quedaría al margen de los beneficios laborales, sociales o de capacidad de consumo de las medidas fiscales propuestas. Claro que como son los sectores sociales excluidos de la participación social y política, no son objeto de atención ni preocupación, más que cuando se convierten en un problema de seguridad para los que estan dentro muralla.

Hoy ya es evidente que estamos no ante un triple reto que se esta dando al mismo tiempo y de manera entrecruzada. El de la salida de la la crisis, el de la distribución social de los costes de la crisis. Y la batalla por decidir que sociedad queda después de la crisis.

Si la izquierda no hace una lectura política de la crisis, el riesgo de perder todas estas batallas es importante. Y en algunos lugares esta dificultad es mayor, porque la izquierda tiene una reflexión absolutamente gubernamentalizada, es decir absolutamente condicionada por sus labores de gobierno. Es lo que sucede en España y me atrevo a decir que más en Catalunya, donde una vez más no sabemos cual es el relato que nos propone el gobierno y donde de manera frecuente es fàcil divisar no uno si no tres relatos distintos y nada complementarios.La ciudadania que suele comportarse como mucho sentido común, sabe que las soluciones no son faciles y no dependen exclusivamente de Catalunya o España. Pero no parece dispuesta a aceptar que no se le ofrezca una explicación y una orientación clara en terminos sociales y mucho menos que se pretenda aprovechar la crsis para hacer ajustes que hagan más desigual nuestra sociedad.

Desde la sociedad, desde las organizaciones sociales debe exigirse una lectura política de lo que ha sucedido y negarnos a aceptar falsas y tramposas salidas.

Joan Coscubiela

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