8.1.09

De nuevo sobre el Modelo Sindical: El sindicalismo "confederal".


Francisco Gualda.
Enero 2009

En las organizaciones dinámicas, de vez en vez de vuelve a plantear su papel, y si bien es cierto que el inmovilismo se percibe como una rémora que es preciso atajar, la reorganización permanente del modelo tiene el riesgo de sustituir lo que funciona por lo imprevisible. De todas formas el debate es saludable, ofrece ideas, o por lo menos sirve para consolidar las que se vienen aplicando, siempre que se haga desde la lealtad y el compromiso con la propia organización, y sobre todo, con los intereses de los trabajadores que se representan.

Plantear y replantear el papel del sindicalismo confederal es necesario no sólo para disponer de la mejor herramienta posible al servicio de los intereses de los trabajadores, sino por la necesidad igualmente imperiosa de ajustarse a los cambios que se vienen produciendo en lo que se ha dado en llamar el sistema de relaciones laborales, y que en el ámbito en el que opera el sindicato confederal, traza su más amplio circulo de actuación hasta comprender el conjunto de relaciones económicas, políticas y sociales.

Precisamente plantear el papel del sindicalismo confederal debería tener, como primer punto de inicio, delimitar cual ha de ser su función y cometidos, lo que no puede hacerse aisladamente, sino a partir de las cuestiones que se plantean a la hora de definir el correspondiente modelo de organización sindical.


1- El modelo organizativo.

Se podrían teorizar diversas opciones organizativas de los sindicatos, pero básicamente el modelo dual más simplificado sería el del sindicalismo de corte “sectorial”, entendiendo por tal el que se organiza alrededor de los intereses profesionales de los trabajadores de un determinado sector de actividad, y el sindicalismo “socio-político”, que acoge como objetivos estratégicos la intervención en las decisiones de naturaleza económica y política. Aquí los términos sindicalismo confederal o socio-politico los utilizamos como sinónimos, aunque es inexacto pues el modelo confederal o asociado representa una formula de integración de organizaciones sindicales de segundo grado, como luego veremos. Realmente el sindicato sectorial o el socio-político son diversas formulas organizativas sobre las que existe un cierto margen de capacidad autorganizativa, aunque tampoco conviene exagerar esa autodeterminación de las organizaciones, que son resultado, de forma esencial, de su devenir histórico en función de todo un complejo de decisiones combinadas con el entorno laboral, social, político y económico en el que despliegan su actividad.

Puestos a elegir, aunque pareciera que el modelo socio-político es el que más partidarios podría tener, dado que maximiza el ámbito del poder sindical, sin embargo no está exento de dificultades y limitaciones. Tiene una capacidad de implantación muy limitada cuando no opera en un contexto político proclive a su expansión, necesita de elementos ideológicos que sirvan de elemento común para unir a colectivos de trabajadores de orígenes profesionales muy diversos y que sea el cemento de unión para preservar a la organización en las tensiones que la acción confederal y la sectorial pueden generar en su interacción respectiva. Y siempre tendrá difícil competir con las organizaciones sindicales de base sectorial, incluso corporativa, que priorizan a corto y medio plazo, de forma absoluta, los intereses profesionales del colectivo que los apoya.

Diferente del sindicato como tal son las estructuras confederadas, o simplemente asociadas, en las que cada una de ellas preserva su capacidad de acción sindical independiente y su completa autonomía organizativa, no obstante lo cual, son capaces de diseñar determinadas estrategias comunes ante determinados problemas también comunes, pero que en sentido estricto, ni sociológico ni jurídico, funcionan como una propia organización sindical. Su legitimidad, entendida como capacidad para representar los intereses de los trabajadores es siempre indirecta, no están sometidas a la afiliación ni a la votación por los trabajadores que, no obstante representan, tienen una capacidad de formulación de propuestas muy limitada sobre aspectos concretos y con una capacidad de concreción tampoco muy precisa, además de estar sometidas a procesos notablemente complejos en la toma de decisiones. Esto hace que su capacidad de acción socio-política sea indirecta, y más que resultado de una fuerza sindical en sentido estricto, depende no sólo de la capacidad de actuación de cada organización que la integran, sino también del grado de compromiso que cada una de esas organizaciones tenga con el proyecto conjunto, que difícilmente puede alcanzar un nivel equivalente a lo que son sus objetivos propios y específicos. Desde este punto de vista, los modelos confederados o asociados representan un estadio avanzado del modelo sectorial, pero sin conformar una realidad sindical socio-política en sentido estricto. No obstante, el modelo de integración sindical internacional responde precisamente al sistema confederado o asociado, lo que no impide que abarque desde organizaciones socio-políticas en sentido estricto –seguramente las menos- a organizaciones típicamente sectoriales. Pero este modelo confederal es precisamente la regla general en la realidad sindical de cada país, donde son muy escasos los supuestos en los que los sindicatos en cuanto tales tienen una capacidad de intervención en los ámbitos sociales, económicos y políticos con arreglo a criterios unitarios.

Si hubiera que elegir un modelo, como pasa en tantas ocasiones, sería el dual, es decir, la organización sindical se ajusta a las necesidades que impone la defensa de los intereses sectoriales, pero dispone de mecanismos y recurso suficientes para convertirse en interlocutor socio-político que interviene, o tiene la disposición para ello, en el conjunto de materias que diseñan la política social y económica que repercute en el conjunto de la clase trabajadora. Este modelo tiene en su germen, como elemento innato, la tensión entre las estrategias sectoriales y socio-políticas, pues presupone una estructura compleja que es preciso organizar de forma eficaz para evitar las disfunciones que operan como líneas de tensión permanente. No sólo las base organizativa, sino la cultura sindical es la que opera como elemento de unión y que es capaz de orientar al conjunto de la organización, o las organizaciones, hacía objetivos comunes. Desde esta perspectiva, el sindicalismo confederal bien administrado es una poderosa línea de apoyo para el sindicalismo sectorial o federativo, y del mismo modo, la acción sindical de base sectorial es capaz de conformar la actuación del sindicato socio-político, dándole conocimiento cabal de la realidad en la que opera, preservando su esencia reivindicativa, y asegurando siempre la utilidad del sindicato para los trabajadores.


No creo que sea una disyuntiva real elegir entre el modelo sectorial y el socio-político. Más bien la realidad de los hechos es la que impone, pues la creación de una estructura sindical socio-política no está sujeta a la decisión o a la voluntad de nadie, y más que una voluntad de la organización de asumir tales funciones, se presenta como un estadio máximo de desarrollo de un modelo sindical, una vez alcanzado un elevado grado de implantación intersectorial, y una vez resueltas las tendencias a la dispersión que padecen las organizaciones. Realmente más que una voluntad organizativa, el sindicato socio-político es un resultado histórico muy concreto, casi irrepetible.

2- Los fines del sindicalismo confederal:

Lo que sirve para caracterizar la función sindical no es sólo el colectivo al que atiende o las estrategias que desarrolla, sino precisamente su función “defensiva” de unos concretos intereses, lo que no es sólo un elemento que atañe al sujeto sindical, sino que es un valor asumido por el modelo socio-político hasta el punto de que, al margen de la propia organización sindical, tales intereses no son asumidos como propios por ninguna otra estructura representativa, ni política ni social, sino a lo sumo de forma indirecta y coyuntural. El sindicato tiene un papel y todos esperan que lo represente. Es por ello que uno de los riesgos del sindicato confederal, derivado de la amplitud de sus objetivos, es precisamente perder la perspectiva de su función, hasta identificarse con la defensa del conjunto de los intereses sociales y económicos, lo que no seria criticable si no fuera porque ello supone, necesariamente, dejar de priorizar la defensa de los intereses específicos y concretos de la clase trabajadora. Esto haría que la acción socio-política resultante esté descompensada en detrimento precisamente de los trabajadores. Mientras que las organizaciones de base capitalista tiene plenamente identificado su objetivo único y fundamento de su existencia, como es la máximización del beneficio, mientras que las organizaciones políticas tiene asumido su código genético escrito con tres palabras, como es conquistar el poder, el sindicalismo es el resultado histórico de la lucha de la clase trabajadora que perfectamente se define cuando opera en contraposición con el interés del capital, pero que pierde líneas de identificación cuando opera en relación con otras estructuras socio-políticas, lo que es justamente el campo de juego del sindicalismo confederal.

Aun así, los intereses que asume el sindicalismo confederal o socio-político no se identifican con los “intereses generales”, concepto más abstracto que concreto que desempeña una serie de funciones, sobre todo a efectos de legitimar la acción pública, pero que es difuso y hasta inexistente podemos decir cuando se trata de atribuirle los caracteres de una categoría conceptual. En este punto la base ideológica del sindicalismo parece que lo ha tenido fácil: su función es la defensa de los intereses de la “clase trabajadora”, y por mucho que se pueda discutir sobre sus caracteres, los sujetos que la conforman, los elementos en común que tienen, los sujetos que la representan, lo cierto y fijo es que es una realidad social perfectamente identificable, al menos en su núcleo esencial aunque alguna de sus fronteras puede ser difusa, y que presenta una serie de objetivos e intereses comunes, igualmente identificables en la propia realidad social. Quiere esto decir que la defensa de los trabajadores, es, en esencia, el objetivo social del sindicato. Parecen pocas palabras, e incluso una escasa aportación a la tarea de delimitar la función del sindicalismo confederal, pero en realidad es una máxima con la que se debe enjuiciar toda decisión organizativa, toda estrategia negociadora o de confrontación, todo posicionamiento socio-político. Como decíamos, existen otras causas igualmente legítimas y en modo alguno están contrapuestas a la defensa de los trabajadores. El objetivo del sindicalismo confederal es precisamente buscar y encontrar la fórmula de equilibrio entre los intereses de los trabajadores más directos, y otros intereses que en ocasiones van en la misma dirección, y en otras justo en la contraria, aunque la más de las veces en ligera convergencia o divergencia, según el momento temporal sobre el que se efectúe la ponderación de tales intereses.

3- El modelo español de sindicalismo confederal.

Justamente una de las mayores características del sindicalismo español es su componente socio-política, es decir, la existencia de un sindicalismo confederal, resultado no de la espontánea actuación de las organizaciones sindicales que convergen en líneas de actuación comunes, que nunca alcanzará la asunción de poderes reales en la determinación de la organización, y nunca será percibida como el verdadero interlocutor de la clase trabajadora más allá de la miscelánea de las organizaciones que la componen, sino de unas muy concretas circunstancias en las que se produce la implantación sindical tras la Dictadura franquista, y el enorme esfuerzo organizativo desarrollado por un conjunto de militantes en las formaciones políticas de izquierdas – Partido Comunista, Partido Socialista- que asumen la cultura sindical tal y como se había conformado en la República, directamente heredera de los albores del sindicalismo.

En efecto, el sindicalismo confederal que tenemos en España es probable que sea un resto de la historia, un dinosaurio que ha sobrevivido a los tiempos, hibernado durante casi cuarenta años hasta llegar a una época en la que, no nos engañemos, es un candidato a la extinción si no valoramos en toda su dimensión la excepcional pieza en que consiste al servicio de los intereses de los trabajadores. Una mirada alrededor permite comprender lo irrepetible del modelo español, capaz de crear organizaciones sindicales, que se configuran como verdaderos interlocutores políticos en materias más allá del interés profesional, con verdadera influencia social, y cuyo potencial pleno seguramente falte mucho por aprovechar, pero que hoy por hoy es la principal herramienta de que dispone la clase trabajadora en hacer valer sus intereses y sus aspiraciones para conformar la realidad laboral, económica y social.

Estas ideas que hemos venido manejando ni son muy nuevas, ni muy tampoco muy precisas, pero no hemos podido hacer con menos palabras una primera aproximación al papel del sindicalismo confederal, que era de lo que se trataba.

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Francisco Gualda es Abogado Laboralista, y ya desarrollado su actividad profesional en el ámbito del Sindicato CC.OO.

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